miércoles, 24 de junio de 2009

Carta a un amigo

Aquél dia me lo advirtió su hermano.
-Antonio ya no es aquel que tú conociste.
No lo quise creer, aunque hacia muchos años que no nos veíamos no lo quise creer.
Hace unos dias me respondió a un mensaje.
Como le recriminaba en nuestra juventud, ha vuelto a emplear frases aprendidas, hechas, y lo peor, por otro. Como hacia entonces las soltaba a menudo fuera de contexto, sin venir a cuento, sin sentido.
-Antonio, eres como los loros, tío, así le recriminaba esa costumbre cuando me sacaba de mis casillas.
Siempre le admiré por su inteligencia, por su facilidad para las matemáticas, la física y sobre todo para la química, literalmente se la bebía, la degustaba, la digería.
A mi eso de las soluciones únicas, del resultado inequívoco se me atragantaba, siempre he sido partidario de dar una oportunidad a la imaginación, a la iniciativa personal capaz de encontrar varias soluciones a un mismo problema.
¿Recuerdas Antonio aquellas largas noches de invierno que nos quedábamos toda la noche estudiando a base de café para preparar el examen del día siguiente?Yo si recuerdo tu infinita paciencia para explicarme aquellas jodidas matrices, aquellas integrales del demonio o eso de la química orgánica, la inorgánica, las valencias y los electrones danzantes , sin mencionar los cálculos de pesos moleculares y el ajuste de ecuaciones.
¿Recuerdas Antonio aquellas largas noches de invierno, cuando a eso de las tres o las cuatro de la madrugada, salíamos a pasear por las calles semi oscuras y desiertas para despejarnos?¿Recuerdas Antonio aquella noche en que regresamos a mi casa cansados de correr después de ese rato de relax? Habíamos conseguido sacar de sus casillas a aquel guardia municipal, con esa especie de salakov blanco como su porra, que nos llamaba desde lejos y vino hacía nosotros para preguntar que hacíamos a esa hora de la noche, a esa en que trabaja la gente te intenciones poco claras.Seguro que recuerdas aquel espíritu inconformista que compartíamos, aquellos autores prohibidos y como nos pasábamos sus canciones, estudiábamos sus letras revolucionarias.
¿Recuerdas Antonio ese bar donde hacíamos la parada obligatoria antes de subir a casa?
Seguro que recuerdas aquellos sermones reivindicativos con que acogotábamos a los pobres feligreses que tenían la desgracia de coincidir con nosotros en el bar. A aquellos pobres jornaleros que a lo más que aspiraban era a tomarse un par de vinos, a hablar de fútbol, de mujeres o del caprichoso tiempo, ese tiempo que a veces les hacia regresar a casa con las manos vacías y soportar la cara de desesperación de sus mujeres e hijos porque apenas tenían ni para comer.
¿Recuerdas como los arengábamos en contra del señoriíto de turno? De ese que los explotaba sin misericordia, de ese que encima de darles trabajo les daba la limosna del sueldo y les exigía silencio, sacrificio, sudor y complacencia.¿Recuerdas como preguntaban al dueño del bar?...-¿Quiénes son esos?
- Estudiantes.
-Se nota que están leídos, ellos si saben de las cosas, yo a los 12 años ya me había puesto mi padre a segar, así nos ha lucido el pelo.
Nosotros si que éramos salvapatrias, pero con la barriga llena, sabiendo que nos esperaban en casa para comer, no como aquellos infelices que tenían detrás de cada uno una familia que alimentar y no siempre lo conseguían. Que fácil es tirar con pólvora ajena.
Nosotros nos habíamos jurado que saldríamos de aquel pueblo. Intuíamos que al final de la última calle, de la última casa, el mundo seguía y se extendía hasta horizontes mucho más amplios.
Te fuiste a la Universidad Laboral, te marchaste unas semanas antes que yo.
¿Recuerdas Antonio, ese último día que partías? Si hombre, llegaste a mi casa con tu maleta, cogí la moto de mi padre para llevarte a la Estación y ahorrarte esperar autobuses. ¿Recuerdas como acabamos rodando por el suelo al doblar la primera esquina?, si, recuerdalo, recuerda que fue porque cuando te llevaba detrás decidiste cambiarte, ya en marcha, la maleta de una mano a otra.
¿Y como las cartas que nos enviabamos, ya estudiando fuera, las recibíamos abiertas? Alguien había a quien le escamaba nuestra posible revolucionaria amistad.
Un día de aquellas cortas vacaciones otro amigo me dijo..
-Antonio se ha echado novia
-¿Antonio?, anda ya, respondí atónito
- Lo que yo te diga, creeme que es verdad
-¿Quién es la novia?Era verdad, quizás fue el primer síntoma del cambio.Recuerda como decidimos no echarnos novia hasta no terminar los estudios.
Recuerdo aquella chica que lloraba desconsolada porque quería ser mi novia y le explicaba que pronto me marcharía, que no tenia sentido. De cómo para acompañarla a su casa anduvimos por las calles mas apartadas y solitarias, por vergüenza de que me viese alguien con una chica llorando a mi lado.
Él terminó su Ingeniería Técnica en Química.
Desde ese momento estaba seguro que pronto encontraría trabajo, conociendo su inteligencia, un buen trabajo.
Por esas cosas de la vida estuvimos algunos, pocos, años sin tener contacto. Al regresar a casa en unas de esas ocasiones especiales, pregunté por ti, donde habías encontrado trabajo, en que empresa o complejo químico, quizás en cualquier refinería o laboratorio de cualquier cosa.Te habías presentado y aprobado las oposiciones para Interventor del AVE, ¿y la Química? , segunda traición.
Con la cantidad de veces que habíamos hablado sobre aquellos amigos que habían desperdiciado sus ilusiones, a veces solo por quedarse allí donde nacimos.
Aquel que le encantaba la electrónica, que fabricó una radio con poco más que dos alambres y además con ella escuchábamos Radio Moscú, y acabó de fontanero, gracias a Dios un gran fontanero. O de aquél otro que comenzó en la Notaría de chico de los recados y acabó de Oficial de Notaría, hoy uno de los más prestigiosos, el mismo que comenzó a estudiar Derecho en la Universidad a Distancia y por aburrimiento no terminó la última asignatura de la carrera. O como compadecíamos a aquel que su padre lo sacó de la escuela a los 14 para trabajar en un taller de mecánica, hoy de los mejores mecánicos.
¿Recuerdas Antonio cuando te pregunté porque no habías buscado trabajo de químico?
-Es mejor tener la olla segura, me respondiste. Sí, eso seguro que lo dijiste al recordar aquel vagón aparcado en via muerta, Economato de la Renfe, donde por ser tu padre de Renfe iba tu familia y nosotros , los amigos, a comprar viandas y bebidas mas baratas para aquellos saraos que montabamos casi todas las semanas.
Aquellos donde conocimos por primera vez en aquella oscura habitación con una improvisada piesta de baile lo que era el calor de un cuerpo femenino.
En ese momento comencé a pensar que ya no eras el mismo de antes.
-Antonio ya no es aquel que tú conociste, ahora solo le interesa el dinero, me dijeron.
Se me vino a la memoria un viejo refrán, “era tan pobre, tan pobre, que solo tenía dinero” y me acordé de ti.
Te has ido separando de tus amigos, de tus hermanos, te has ido sacudiendo tu pasado. Ahora frecuentas amistades más selectas, más interesadas.
Seguro que recuerdas aquella vez que regresamos de una excursión con las bicicletas de nuestros padres, el único vehículo que tenían para ir a trabajar. De cómo llorabas al ver como a tu bicicleta se le habían partido dos radios porque metiste un pie accidentalmente entre ellos y temías lo que te esperaba al llegar a casa. De cómo desmonté la mía y con dos de mis radios te reparé la tuya. Y tu cara y tus palabras de agradecimiento. Eso Antonio no fue por dinero.Ayer cuando contentaste a mis mensajes, después de tantos años de no tener noticias tuyas, comprendí que tu hermano tenía razón.
Hace muchos años que dejaste de ser salvapatrias, tu, que no usabas ese apellido de tu abuelo porque fue uno de los miles y miles de salvapatrias que perdieron, que dieron su vida por eso, por salvar su patria.
Antonio, yo te creía inteligente, con inquietudes, con valores en definitiva. Antonio, yo todavía guardo un poquito de todo aquello. Yo, Antonio, aun soy capaz de sentir la obligación, la necesidad de hacer algo por lo demás, pero no por dinero Antonio.
Ahora siento un gran vacío, como cuando se pierde un amigo.
Ojalá Antonio, la vaca sagrada de piel dorada te aporte algo por lo que te merezca la pena perder lo que has ido perdiendo, lo que te has ido dejando atrás, permíteme que lo dude.
Yo Antonio tengo una fortuna mucho más grande que la tuya, y no he presumido nunca de ella hasta ahora, si, yo mantengo aquellos amigos, después de tantos años, de tanta vida pasada, ellos son mi fortuna, los mantengo, y me siento orgulloso de ellos, de cada uno, de todos, de los que según tu rasero, tienen más o menos riquezas, pero para mí son todos iguales, cada uno me aporta unas virtudes que tu has perdido, y me das pena.
Siento en mi interior un gran vacío, como cuando se pierde un amigo.
Si algún día coincidimos procuraré haberme enterado antes de todos los índices bursátiles, de las perspectivas de mercado, de los mercados de futuros, porque de los del pasado, de ese ya no te interesa.
Adiós Antonio, gracias por haber compartido conmigo lo mejor de ti.

No hay comentarios: