Siempre ha existido la polémica de que es peor, si perder la vista o perder el oído. Pues bien, hay que partir de la misma base, del mismo principio, asumiremos que ambas fatales perdidas lo sean ya desde el temprano estadío fetal.
De todos es sabido que la ausencia de oído, lleva consigo "daños colaterales" como es la perdida del habla, que no mudos, porque aun podrá gruñir , emitir sonidos guturalres e incluso puede que reír y llorar, pero no hablar, no articular palabra y por lo tanto no expresarse oralmente.
Sentemos a la misma mesa dos personas y tapemos les la boca, ahora que intenten describirse el uno al otro su estado de animo, de salud, sus inquietudes, sus proyectos de futuro, me temo que seria una tarea difícil y casi imposible de acabar.
Ahora sentemos dos invidentes, en la misma mesa, y quizás lo primero que se pregunten sean por sus nombres, esbozarán una sonrisa, se explicarán mutuamente su problema y todo lo sazonarán con la ironía de quien apuñala su suerte, para después posiblemente ser el principio de una interesante velada. Y como no pueden apreciar los rasgos externos, esos de los que la vista se ha erigido en juez de belleza o fealdad, de atracción o rechazo, pues quizás descubran otro tipo de belleza aquella que no se marchita ni pierde, la del alma, en esa son ellos los mejores tasadores.
Un sordo puede ver la película, ¿pero que es lo que ve?..una secuencia interminable de imagenes a las que él le da el sentido que cree más lógico con lo que aprecia, después, si le preguntamos seguramente nos contará otra película diferente a la nuestra. Evidentemente el ciego, no puede apreciar los paisajes, los rostros, los coloreados vestidos de las actores, pero, sin duda puede explicarte la trama correcta y con escasas puntualizaciones, podrías comentar con él si ha o no merecido el rato empeñado.
Muchos son los examinadores de lienzos, los que no ven más allá de la superficie emborronada por los pinceles del autor, solo saben mirar un cuadro, no saben que el cuadro habla, no saben lo que el artista nos está diciendo en su trama, no son capaces de traducir la simbología implícita de esos trazados, pero si a ese cuadro le añadimos palabra describiendo el porqué del color, de la disposición de las figuras, del porqué de un símbolo, de un matiz, cuando termine de contemplarlo aseverará la grandeza de su creador, de su estado de animo, de su entorno social, emocional, religioso o político cuando lo pintó.
Las más grandes obras musicales son aquellas que son mudas, porque aun con la ausencia de palabra, lo cual la convertiría en canción, han conseguido tener doble merito, alcanzar la belleza y superar el mutismo.
Las esculturas para alcanzar la perfección, tienen que imitar la naturaleza en sus más mínimos detalles, porque de la comparación con ella nosotros deducimos su valía, si en cambio no está dirigida la escultura a la naturaleza, humana o terrenal, dificilmente podremos dejar de ver una piedra mutilada y no digamos nada de esos hallazgos arqueologicos en que a lo más que llegamos a comprender es a lo que está haciendo o se está desarrollando en un conjunto escultórico, ni que decir tiene cuando nos llega la obra por el tiempo mutilada o a trozos, un busto o una cabeza desprendida, pero en cambio, si le hubiesen añadido la palabra, cuanto sabríamos más de milenarias culturas, de antiquísimas costumbres, identificariamos gestos, identidades , ritos, historia y leyenda.
Que afortunado aquél que recibió el don de la palabra.
Ese mago que pone sobre un cuadro papel transparente, para redibujarlo con la paleta de las palabras, capaz de transmitir con ellas su policromía, sus códigos secretos, sus pulsos, sus errores, sus enmiendas.
Que gran legado el recibido, impermeable al paso del tiempo, a los vaivenes de la caprichosa economía, a las periodicidad de la moda, solo invencible por su otra igual, eterna al ser escrita. Que afortunado aquel que no duda en acabar con la exultante altanería de la blancura del papel, que no siente pereza al adoquinarlo con versos, con oraciones, con verbos y conjunciones. Que pinta con los colores de la palabra hermosos paisajes, comprometidas situaciones, elevados sentimientos y bajas pasiones.
Con la palabra se ama, se declara la guerra, se reza, se suplica, se denosta y se aclama; como dijo alguien la lengua es más afilada que la espada, evidentemente no por su textura, ni por su consistencia sino por ser útero donde se hace y articula la palabra.
Solo le pido a Dios que la mantenga conmigo hasta mi ultima jornada, que me la mantenga inteligible, limpia, inteligente y bien aseada, que sea con el enemigo afilada y con los demás cortés y educada.
viernes, 22 de febrero de 2008
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