martes, 19 de febrero de 2008

A la muerte de un artillero

Esta mañana el destino me ha dado una cornada, Fernando, el camarero del bar, de nuestro bar, ha fallecido, que putada. La noticia corrió como la pólvora, caras de incredulidad, muecas de espanto, tristeza en las miradas y un "puto destino malvado". ¿Que tiene de especial la muerte de un camarero? si solo es eso, un camarero , un trabajador por cuenta ajena que hace lo que en teoría cualquiera podría hacer, un alguien que a veces si le coges en buen día a lo mejor te tomas el café caliente y si el día lo tiene gris, te jodes y a lo que te toque y cuando él crea oportuno que te toca y si me apuras pues lo que ayer fue cinco , seis es hoy; alguien que a veces sufre nuestros cabreos por los latigazos de la vida, que sufre las confesiones íntimas de las dos copas de más, alguien que lo miras desde la altura que te da el estar a este lado de la barra. Pero Fernando no era así, en ese tarrito pequeño como de buen perfume se alojaba un corazón grande, un tío cabal, serio en su trabajo, serio hasta que en los momentos de calma cuando se rompe la barra y se allanan las condiciones y status, le arrancabas una sonrisa, una sonrisa discreta, con la discreción que da la inteligencia, con la discreción de quien sabia quien estaba más alto y sin embargo te daba cancha para dejarte jugar. Tenia que ser gaditano, con la guasa que empapa al gaditano rancio de humilde abolengo, pero de una dignidad propia de un rey tarteso. "Fernando..un descafeinado de maquinaaa", cuando más gente había, cuando la barra hervía de impacientes pedigüeños, cuando a penas le veías entre el bosque de insatisfechos, él me miraba desde lo lejos y guiñándome un ojo podía leer en sus labios..."Enseguida te lo pongo", al instante se acercaba y bajito como si de un acto de confesión se tratase te preguntaba.. "¿quieres algo para comer? ¿ con que te pongo la tostada? el aceite es bueno o ¿prefieres una zurrapa de lomo buenísima que me han traído hoy? y repitiendo el rito del guiño volvía a cerrar por un instante uno de sus azules ventanales mientras se perdía por el interminable pasillo del otro lado de la barra, por esa barra que era su trinchera su puesto a defender como celoso centinela, ya sabia yo que no se le olvidaba, que no perdía el turno. Fernando era buena persona, era eso que decimos y que dibuja todo un carácter, era buena gente y para colmo educado, aunque lo machacasen con desaboridas actitudes y esperpénticas razones. Se murió soltero, quizás en su sabiduría pensó que el alma compartida es solo la mitad de un entero, quizás a la barra de la vida nunca se le acercó su mujer divina o quizás por otros motivos que por pudor nunca se preguntan ¿que más da?. Disfrutaba relatando sus diarias clases de judo a los niños, a esos enanos rebeldes e impredecibles que le coloreaban su otra vida y cuando se le iba la olla, sus épicas luchas contra monstruosos gigantes en las tierras manchegas del tatamis, daba gusto escucharlo con su voz pausada y armoniosa del que sabe donde una inflexión, donde una pausa para mantenerte atrapado en las redes de sus relatos. Murió como buen artillero al pié de su inoxidable y alargado cañón, como tantos héroes anónimos y cotidianos, pero no tuvo un cuartel de Monteleón, ni un mal gabacho al que devanar el gaznate, pero ahí estuvo él, aunque llevaba algunos días raro, como decía, hasta el último día cumplió con su obligación, los que le vieron aquel último desayuno comentaron que al poco se tuvo que marchar, a eso de media mañana, cuando el sol comenzaba a pintar sombras ,cerró su reino, su bar y ya nunca más regresó. Hoy ha muerto un camarero, un señor, un caballero, hoy Fernando el descafeinado está frío, frío como la fría piel de la impávida barra de acero inoxidable, hoy a muerto un adalid de una profesión difícil, de sicólogos iletrados , de gratuitos consejeros, de desesperados amigos y de aguanta velas resignados. Hoy tu reino está de luto, tus pavimentadas posesiones están huérfanas y los ecos de tu presencia enmudecieron como enmudece el día al oscurecer su seno. Hasta siempre Fernando, no ha ni un año que tu madre te espera, pero algo he ganado, tengo garantizado el mejor descafeinado, la mejor tostada, el mejor confidente y el peor pagado.

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